Sin saber aun quién eres o dónde te encuentras permaneces recostado tratando de hilar la telaraña de ésta, que parece ser algún tipo de realidad ajena y distante; poco a poco, entre sombras e imágenes barridas, identificas formas y cosas arrastradas por conceptos...
Las cortinas rojo sangre con corte recto y tinte tajante que bajan hasta descansar en ese piso verde de duela vieja y desgastada, las paredes... esas paredes de insípido amarillo con su negro escurrir de sensaciones, las fotografías de voces tristes, la ropa tirada que aun huele a óxido, las huellas de la noche anterior, es ése tu destino que aun descansa tirado en el piso, ya no estás en el etéreo, no más Hamlet... Esta realidad es la otra, la angustiosa y metódica, la segregacionista que impune prejuzga con el dedo apuntándote a la cara ¿Por qué aquí? ¿¡Por qué!? ¿Por qué esta realidad de nuevo? ¿Por qué no sólo poder quedarse en el etéreo? Ahí en ese mundo maravilla donde viva un mundo de emociones mudas, vivir en ese paradero surreal donde salen trenes hacia lo subjetivo, donde el arribo es el nunca terminar o el llegar a ningún lado sólo para empezar de nuevo, ¡donde el tiempo no exista! Donde pase lo que pase me sienta en casa, seguro... donde YO, Rey, gobierne sobre el trono de mi eterna realidad...
¿Por qué no puedo dormir para siempre?
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