jueves, 14 de mayo de 2009

LA MUERTE.


      Una vez más la tengo frente a mi, vestida de rojo, no de negro como todos dicen, ella viste de rojo como la sangre, como la pasión; su figura delgada se esconde bajo el hipnotizante vestido rojo, que suave cae en ondas delicadas.
     Ella como de costumbre se sienta en la silla que se encuentra frente a la cama de la habitación, se sirve un whiskey con hielo y suavemente cruza una pierna sobre la otra; le da un trago a su bebida y luego la deja en la mesa de al lado. Ella nunca dice mucho pero su simple presencia crea un vacío en la habitación donde el sonido se marchita, ahí en esa burbuja turbia, ahí en la intimidad, nos encontramos solos ella y yo.

La luz de luna atraviesa la ventana, algunas de sus facciones se iluminan y penetran en la silueta encapuchada, ella es nariz afilada, es corte agudo y delicado rostro; con incrustraciones de estrellas. Son sus ojos dos hoyos negros que te roban el alma, y yo como un mortal, como un simple cualquiera la miro…ella me mira y aun sin decir nada suspira en ese aire denso que se encuentra en el ambiente siempre que ella está... me cuesta más trabajo respirar, estiro la mano hacia el buró, tomo un cigarrillo, lo enciendo. Le ofrezco uno, ella lo toma y no insisto en prenderlo, pues conozco la rutína: lo sujeta entre sus delgados dedos, lo pone en su boca y el cigarrillo se prende. Puedo escuchar la combustión, el despegar de sus labios liberando el cigarrillo, su sensual inhalación y esa sutil sonrisa con un toque a muerte que se pinta en su demacrado rostro Ella se recarga de nuevo mientras exhala el humo lentamente; permanece sentada en la silla, tranquila y relajada. No hago más que verla, no hace más que verme.
     Mi cigarrillo se termina, el de ella también, lo apaga en el cenicero con una indiferencia casi erótica, estira sus largos y puntiagudos dedos hacia el vaso de whiskey y lentamente acaricia su circunferencia, toma el vaso y lo lleva a su boca. Sus labios mudos besan el cristal hasta que se termina la bebída. Deja el vaso sobre la mesa y se levanta, se acerca a la cama y me contempla por unos segundos para después deslizarse hacia mí con un porte felino. Su rostro se encuentra con el mío, el abismo de sus ojos, esa mirada negra y fría, su piel pálida y esa indudable falta de respiración... ella acerca sus labios a los míos pero yo nunca me muevo, su mano lentamente abre mis dedos y desnuda mi mano, donde reposa una jeringa. Ella la toma, mira mi rostro por unos instantes y se aleja de mí con la misma delicadeza onírica de antes, peina su pelo con la mano derecha y se va.
     La habitación inmutada y sobria permanece como siempre: nada fuera de lugar, ni el cenicero ni la botella de whiskey. El único cigarro que se ve es el mío, que aun permanece en mi mano con la ceniza intacta. Ella se va, siempre se va y me deja en esta realidad, solo… y sólo hay una manera de volver a verla…
     (mira la jeringa- fade out a negros)

II.- INVIERNO







Su piel pálida e inerte reposaba sobre sí, y en un caldo de sábanas vislumbré su cuerpo desnudo y rígido tendido sobre la cama; lo supe de inmediato, me lo dijo su mirada, sus ojos vacíos mirando inexpresivos y su cara demacrada.
      Arrodillado ante ella le abracé, acerqué mi rostro al suyo y besé esos labios purpúreos y fríos por última vez, rompí en llanto sin poder creer que se hubiera ido tan pronto... No podía dejar de pensar en el pensar de aquellos ojos.
     Con cuidado la recosté sobre la cama y me senté sobre ella, así, viéndome.. toqué su piel… pasé suavemente las yemas de mis dedos por su cuerpo como trazando un mapa, recorrí y dibujé líneas entre pecas y lunares, constelaciones de su piel, y ahí... sintiendo el relieve de su ornamenta osea y los poros de su piel, me cuestioné acerca de mí… me cuestioné acerca de ella, me cuestioné acerca de la vida... recorrí nuestra relación una y otra vez, una y otra vez… ese momento fue mágico, una magia y una intimidad que no se habían logrado antes, me recosté y puse el oído donde solía latir su corazón… pasé un tiempo imaginándolo latir, imaginando suspiros de vida, imaginando cómo solía funcionar por dentro cuando estaba viva; así que decidí diseccionarla.




lunes, 11 de mayo de 2009

I.- VERANO.



     Es por eso ¿no es así? Son tus rasgos serios, tajantes, tu mirada dura, siempre, con un dejo de
amabilidad que invita, con una sonrisa perversa y madura que todo el tiempo te provoca un escozor en los labios. Simplemente hermosa. Simplemente perdida. Es tu soledad la que ha definido tus facciones, es por eso que miras como miras, y es por eso que creo que ya no escuchas.
Tu cuerpo blanco me recuerda el frío. Una mañana tranquila con un aire olor cereza que entra, levanta tu cabello y te abre los ojos al mundo. Una mañana blanca de lunares estrellados que alguna vez me regalaste. Una mañana que paso recostado en tu vientre deseando, solo deseando, besarte la espalda. Sí, definitivamente, eres una mañana de octubre que lleva sola toda una vida.
¿Qué puedo decir? Yo nací producto del frenesí juvenil, de las pasiones y de la poesía. quién soy para juzgarla. Yo también a mi manera he vivido solo, rodeado de gente especial, pero solo. Porque sólo a mí mismo me tengo. Abracé las artes y busqué en ellas un consuelo, una compañía, y un sueño a compartir. Te encontré a ti y quise darte mi soledad y mis pinceles, quise regalarte mi locura. Ese no tener que tenerme a mí mismo solamente.
Mi cuerpo es una idea que yo dibujé en un papel para que alguien lo pintara y le diera color a mi universo.
Mis cabellos caen sobre mi frente y enmarcan mi rostro en un cuadro gótico puntillista que toda mi vida subasté a la que tuviera más que ofrecer y que hoy, te regalo.
Me gusta pensar en mí mismo como una pintura cuyo lienzo tiene historia. Una historia que definitivamente quiero que sea contada una mañana de octubre para dos.

domingo, 10 de mayo de 2009

NO QUEDA NADA



para ELLA...


NO QUEDA NADA

¿Qué queda?, dime
Después de todo esto,
Qué queda, ahora que no hay nada
Dime qué flor volcada y esparcida
Queda entre las manos, dime
Qué caracol nocturno,
En qué casa negra y devorada
Y qué amor queda, dime
En su corazón inhabitable.

Dime lo que queda.
Dime cuál es el aire respirable
Y dime si hay un agua
Que no se encuentre envenenada.

Tú no sabes, oh, no queda nada
No queda nada sino vidrios
Y una flor de sed cubierta de tierra suelta
Y espejos hechos añicos
Y caras destrozadas.
Y cosas secas y sin forma
Como estatuas mutiladas
O como árboles besados por el rayo,
Y papeles y residuos y letras arruinadas
Y hojas que se pisan y se barren.

No queda nada, tú lo sabes. No queda nada.
Qué cosas diferentes de las almas y los cuerpos
Colgando como harapos de las puertas,
Y murallas vomitadas y escupidas
Que separan países que se odian,
Y hombres con el rostro mordido y excavado
De espaldas al océano y a la madrugada
En espera del rayo y la hidrofobia.

Eso es lo que queda.
El tiempo que arde y se consume
Se convierte en polvo sin destino
Y las almas se repliegan en sus conchas
Hartas de expandirse, y la luz no vale nada
Ni la estrella, ni el camino
Y se pudran en el alma
La gota de rocío y el vuelo de las aves
Tu nombre, y la nostalgia.


No vale nada.
La mano y la pluma del poeta
Son como el arma después del homicidio
Y los ojos de la cara
Son un mirar de cerradura
Para espiar el crimen sin perdón y castigo
Y los oídos son bocas de hormiguero,
Y la boca sólo dice palabras desterradas
Malditas en la tierra,
Y los cuerpos son cuerpos de animales
Llenos de estiércol y deseos,
Y es el alma una ventana
Que ha visto un hombre saltar para suicidarse.

Después de todo, no queda nada.
Después de las columnas de cristal y el firmamento,
Después de octubre y la montaña
Después de aquella luz, y el corazón en una llama,
Después del nombre pronunciado y el poema,
Y de la noche luminosa, no queda nada.
Mira esta casa: no queda nada

Después del rostro aparecido como un nuevo continente,
De los labios en contacto y el idioma de las manos
No queda nada.
Mira esta tierra: está quemada.
¡Mira: no queda nada!

Óyeme; estoy diciendo esta palabra
Como quien descubre un nuevo y atroz nombre del alma.
No queda nada.
Tú lo ves: el tiempo es este escombro
Estas cosas imposibles de tan negras y arruinadas,
Esta noche de agujeros y basura
Llena de huesos y de arañas.
Este cielo profanado con huellas de pisadas.

Y esta nada; esto que dejaste;
Los quicios de estas puertas
Hediondos y sombríos,
Indignos del perro y del mendigo
Y esto es lo que queda… queda nada.